En el mundo del fútbol prima
el espectáculo, el problema es que con el paso del tiempo ese término se ha ido
confundiendo en los medios de comunicación. En España los equipos que más
pasión despiertan son el Madrid y el Barça pero a veces se da más importancia a
debates insulsos sobre estos equipos antes que hablar del resto de componentes
de la liga española. El último ejemplo es el penalti que perjudicó al Elche, un
error muy grave pero parece exagerado sacarlo en portada dos días consecutivos.
En la otra orilla, en Barcelona, se habla del gesto de Messi al abandonar el
terreno de juego, los medios se frotaban las manos con un posible conflicto
entre Martino y su estrella. Todo esto hace pensar si el fútbol ha llegado
demasiado lejos, si ha atravesado la frontera del espectáculo deportivo
llegando más allá. Antiguamente el fútbol se centraba en lo que pasaba en el
rectángulo de juego, no llegaba a más ámbitos y los aficionados eran igual de
fieles que ahora.
Ahora los medios se pavonean
con sus imágenes exclusivas y sus seguimientos exhaustivos sobre los
futbolistas mediáticos. Se ha perdido parte del romanticismo, esas fascinantes historias
de futbolistas que jugaban por el placer de golpear un balón. La leyenda de un
Maradona que despertaba al vecindario con el motor de su Ferrari a altas horas
de la madrugada, sus actuaciones memorables en el césped a pesar de haber
pasado la noche de fiesta. Ahora destacan la musculatura casi culturista de
algunos jugadores, Maradona ni siquiera quería entrenar.
¨ ¿Un pianista corre alrededor del piano? ¿Entonces por qué yo tengo que recorrer el campo?¨ Ronaldo
Ronaldo y Romário también
eran amigos de la juerga, ese gusto por el mundo de la noche con el hedonismo
por bandera. Concentrados con Brasil ¨O
Baixinho¨ preparó una serie de escaleras en los muros del hotel donde se
alojaban para, junto a Ronaldo, irse en busca de compañía nocturna. Ronaldo no
era amigo de los entrenamientos intensivos, se divertía con el balón en el pie,
haciendo malabarismos junto a Roberto Carlos, su estado de forma no era el
mejor pero durante 90 minutos utilizaba su talento natural para superar a unos
rivales que seguían planes de preparación cada vez más sofisticados.
Más antiguo que todos los
anteriores es George Best, el extremo irlandés rompió el prototipo de cualquier
deportista, mujeriego, bebedor y trasnochador, se transformaba los días de
partido para galopar por la banda de Old Trafford.
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Es cierto que estamos en
otros tiempos, que la exigencia del deporte de elite no permite rendir sin una
preparación previa. También es cierto que los ejemplos antes expuestos eran
fuera de series, un jugador normal acusaría más una mala vida, a Maradona y
compañía les valía ser felices para trasladar ese sentimiento al campo. Hoy en
día es impensable que un jugador juegue sin una vida propia de un deportista
pero no estaría mal recordar esos tiempos en los que solo importaba lo que
ocurría en el partido. El espectáculo se daba en el terreno de juego y eso era
lo que querían los aficionados, no la vida extradeportiva, solo fútbol.
Pablo Hoz Villanueva
@pablohozv
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