A lo largo de la historia Argentina ha sido el país que mejor
ha representado la alegría por jugar, la pasión y el amor por unos colores. Los
aficionados aclamaban a sus clubes y se unían para alentar a la selección, el
equipo de todos. El sistema funcionaba, de allí salieron los más grandes de la
historia con Maradona, Messi y Di Stéfano a la cabeza de una lista llena de
talento. Hoy el fútbol argentino está manchado, hoy más que nunca el fútbol es
un negocio en un país ligado al balón, al potrero, a las gambetas y al gol.
Una pasión desmedida que ha llevado a los Barra Bravas a
hacerse con el control de los equipos convirtiendo cada partido en una guerra
donde el fútbol pasa a un segundo plano. La organización y forma de actuar,
basada en los códigos del silencio, convierte a estos ¨aficionados¨ en
auténticas organizaciones mafiosas que sacan provecho de cada decisión que toma
el equipo. El periodista Jon Sistiaga lo definía perfectamente en uno de sus
reportajes: ¨Ser aficionado es una estilo
de vida, ser Barra Brava es un medio de vida¨. Viven a costa de unos
colores que proclaman amar y defender, saltan a los terrenos de juego a
increpar a los jugadores y no dudan en ir a los despachos a negociar con el
presidente. La realidad es que la mayoría de ellos no es capaz de recitar la
alineación de su equipo y es que el fútbol ha dejado de ser el protagonista de
este escenario.
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Los Barra Brava increparon a los jugadores de River tras descender |
La situación no parece que vaya a mejorar en el corto plazo a
pesar de la labor de organizaciones que buscan limpiar la liga nacional.
Mientras tanto continúa la pérdida de identidad. River Plate ascendió tras un
año en segunda división, esta temporada ha concluido con la caída de
Independiente que perdió el choque vital contra San Lorenzo alineando a ocho
juveniles. Solo Boca se mantiene con los destellos de Riquelme, el último gran
símbolo de un fútbol que era el ejemplo a seguir para todo el mundo.
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Riquelme representa la última esperanza del fútbol argentino |
Y ésa es la situación, pequeños retoques como el cambio de
nombre del Apertura y Clausura pero la esencia es la misma. Los aficionados son
los que más pierden al tener que convivir con los Barra Bravas cada fin de
semana cuando van a contemplar un espectáculo cada vez más decadente. Muchas
son las críticas dirigidas hacia Grondona pero el problema no tiene una fácil
solución. Algunos presidentes hacen frente a las amenazas aunque cada vez son
más los que consideran el enfrentamiento contra los radicales como una guerra
perdida. Sin embargo el fútbol argentino sigue resistiendo en medio del caos,
los grandes equipos pelean con los mortales, los juveniles juegan junto a
leyendas de otra década y la pasión se mantiene en un país que ha visto a
jugadores como Redondo, Messi, Kempes, Labruna, Pedernera y sobre todo a
Maradona que ya advirtió hace tiempo que la pelota no se mancha.
Pablo Hoz Villanueva
@pablohozv
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