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miércoles, 20 de noviembre de 2013

Y Cristiano hizo la luz




¿Cuántos genios hacen falta para encender una lámpara? No, no es ningún acertijo pero sí una posible pregunta en el partido que enfrentaba a Portugal y Suecia. El premio era el billete para el próximo Mundial, los primeros contaban con Cristiano Ronaldo, los nórdicos tenían a Zlatan Ibrahimovic. El fútbol es un deporte colectivo, se juega en equipo, pero a veces los genios se aburren entre el mundo normal y deciden desviarse del camino, tomar sus propias decisiones, vivir la aventura ellos solos.

A estos dos genios, como suele ocurrir en estos casos, siempre les han acompañado esa sombra de individualistas que les impedían llegar al potencial de los más grandes. El caso del portugués es el más claro, podía jugar para él, buscando el truco que provoque el aplauso, pidiendo todos los balones para finalizar la jugada e incluso le podía salir bien pero daba la sensación de que no era lo mejor para el equipo. El crack sueco, un incomprendido, también disfrutaba con el balón y las virguerías. Positivo o no, lo cierto es que es divertido ver como ambos disfrutan con el balón mientras sus compañeros están demasiado serios, concentrados en cada jugada como si el fútbol fuera matemático.

Pero lo que manda es el colectivo y así, Cristiano e Ibra, fueron madurando y controlando ese carácter rebelde e inconformista que les llevaba a ir en contra del sistema que marcaba que el fútbol es A y B. Ellos se saltaban la hoja de ruta y jugaban sin táctica hasta que la libertad se fue limitando. El caso de Zlatan ha sido muy claro, sobre todo en su nueva etapa en el PSG donde es el líder del proyecto parisino. El delantero se descuelga de la posición del ¨9¨ y busca participar en la jugada, crear el espacio y proponer juego para sus compañeros aunque eso suponga que el gol lo meta otro. Ronaldo también ha dado un paso hacia delante en su formación, ya no es ese aspirante a regateador que se enfadaba si no tiraba un penalti o que no celebraba los goles si no eran suyos. A los genios se les ha ido una pizca de locura para beneficiar al colectivo.

Y los dos genios se encontraron en la repesca, el derrotado se quedaba sin Mundial. Desde ese punto de vista sólo podía perder el fútbol pero el destino a veces jugaba malas pasadas. Ronaldo dejó su firma en Da Luz y en la vuelta, en el territorio de Ibrahimovic, ambos delanteros se echaron su nación a la espalda. El luso volvió a abrir la lata pero el sueco, primero de cabeza y después de tiro libre, puso el partido al rojo vivo. El estadio enmudeció para ver el desenlace, en 15 minutos una estrella se quedaría sin ir a Brasil el próximo verano. Y entonces, cuando la cabeza te dice que te quedes atrás y aguantes el resultado, surge Cristiano Ronaldo y hace dos goles. En ese instante, con el estadio mudo, Ronaldo volvió a dejar atrás la lógica matemática del fútbol y se puso a correr a por el balón. Parecía que jugaba sólo, volvía a ser ese mago que busca impresionar con cada detalle, aportando espectáculo mientras sus compañeros, serios por la tensión, siguen atrapados en el sistema preciso que es el fútbol. Ya ha pasado, Cristiano está celebrando su tercer gol y el pase de Portugal a la Copa del Mundo de Brasil. Un instante de locura y se hizo la luz.

Pablo Hoz
@pablohozv
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